Yo también he sido machista

Lo siento, he sido machista 

¿Qué piensas de comprarnos unas pijamas de Winnie de Pooh para Navidad? La pregunta llegó acompañada de una foto con una familia vestida con pijamas del famoso oso amarillo. Mi respuesta hablada fue un rotundo “No”; la respuesta mental fue un poco más profunda: “No, ¿a quién se le ocurre? ¿Winnie The Pooh? Eso no es como muy varonil”

Me volvió a pasar recientemente con un app del bebé que para identificar los géneros utilizaba un corazón para las niñas y una flor para los varones. Nuevamente mi mente hablando: pero debieron ponerle los corazones a los varones porque son menos girlie. Entonces caí en cuenta: yo también he sido machista.

Me sentí culpable, una defensora de los derechos por la igualdad pensando así. Lo comenté a una amiga psicóloga y le pregunté si le parecía que no estaba siendo coherente. Sostuvimos una conversación muy profunda aunque de muy poco tiempo. Me dijo, “¿Sabes lo que cuesta desaprender todo lo que se nos han vendido como socialmente aceptable? ¡No te presiones! Lo importante es que estás reconociendo tus pensamientos al instante y los has ido analizando y desechando, y que ese chip irá cambiando en las próximas generaciones…

Sí, cuesta desaprender lo que nos han enseñado. Por ejemplo: que los hombres no lloran… Recuerdo la primera vez que vi a mi papá llorar, sentí que el mundo se me estaba acabando porque parecía que a él le estaba sucediendo lo mismo porque, ¿por qué otra razón lloraría un hombre? ¿de felicidad?. Las mujeres que usan traje quieren competir con nosotros (lo escuché hace muchos años en la fila de un banco).  Si estás trabajando en moda tienes que ser gay (esa me la dijeron a mí)...

Cuesta desaprender lo que quizás has considerado como políticamente correcto. Como no sentir que te quieren menos si eres tú la cabeza de familia o sostenedora del hogar; a no creer que eres una cualquiera si decides iniciar el sexo con tu pareja; a no sentir que no has obtenido el hombre que mereces porque tú tienes una carrera y él no, aunque “a pesar de” te da todo lo que tiene, incluyendo amor y respeto.

Mi amiga me dijo: “Ahora te toca a ti educar a tu hijo contra el machismo y la violencia, y evitar que tenga  que desaprender. Enséñale el camino a la igualdad también le beneficiará a él”.

Un estudio realizado en Estados Unidos en 1974 demostró que una persona recibe estereotipos de género desde el momento en que nace.

Así que mi inquietud de Millennial se fue a Google y me topé con este artículo de El País (uno de mis diarios preferidos): “Pautas para cultivar valores contra la violencia de género”:

* Tolerancia cero con cualquier tipo de violencia. Nuestra sociedad tiende a ser permisiva con la violencia. Pero, desde casa conviene “no justificar ningún tipo de violencia y evitar cualquier tolerancia bajo justificaciones como: Era una broma. Hay que ser muy claros con los límites”, explica Rosa Garvín, jefa de estudios de un centro escolar público y coordinadora del Plan Estatal de Convivencia Escolar,que recoge pautas preventivas sobre la violencia de género en la sociedad, recogidas en guías del Ministerio de Educación. 

* Enseñar a elegir la compañía de las personas que nos tratan bien. Apoyar al niño/a para que exprese lo que aprueba y rechaza, con mensajes como: No me gusta que me hagas o me digas esto es la forma de que los pequeños pongan límites desde una temprana edad a los comportamientos que son violentos y no les hacen sentir bien. Y es que, “no quiere decir no y sí quiere decir sí. Muchas acciones se justifican y aprenden a través del juego, como perseguir a las compañeras para subirles la falda, pero hay que enseñar que las personas son quienes deciden y nadie tiene derecho a tocarles ni besarles sin su permiso”, comenta Lidia Puigvert, profesora de sociología de la Universidad de Barcelona y miembro afiliado del Centre for Community, Gender and Social Justice - University of Cambridge.

* Convertirse en un ejemplo de no violencia. Los jóvenes aprenden de lo que hacemos, no de lo que decimos. La coherencia es fundamental con ellos.

Hablar sobre la violencia que se vive cada día en la sociedad. Películas violentas, líderes con conductas agresivas, mensajes machistas. Los medios de comunicación, Internet, el grupo de amigos, la publicidad son a menudo ventanas por las que acceden a mensajes violentos que hay que evitar que se conviertan en modelos de comportamiento para niños y jóvenes. Este bombardeo es inevitable, pero desde casa se pueden canalizar y analizar estos mensajes a través del intercambio de opiniones e impresiones. Es decir, no es lo mismo que un niño o joven vea una película violenta en solitario que lo haga acompañado de un adulto que le pueda aportar herramientas para discernir y criticar, incluso desde el humor, los mensajes sexistas o violentos que llegan a través de la pantalla.

 

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